Se dice que hay tantos viajes como personas viajan, también podemos decir que hay tantos viajes como formas de viajar. Si construyéramos la ecuación con las personas y las formas de viajar, los distintos tipos de viajes se nos dispararían exponencialmente.
El cambio que proyectamos sería nuestro segundo de tipo de viaje. Empezamos de la forma más tradicional, en grupos organizados y con todos los aspectos del viaje preparados por otros; la falta de experiencia, falta de seguridad en ti mismo y el escaso dominio de idiomas nos llevaron a ello. Cuando superamos estos hándicaps dimos nuestro primer gran salto: auto-organizarnos el viaje. Esto nos llevó más lejos, a viajar más (a veces pensamos que somos adictos) y visitar los sitios que realmente nos interesaban que no tenían que coincidir con lo que otros (agencias o grupos) proponían.
La mayoría de nuestros viajes los organizamos pensando en las cosas, lugares o, incluso, gente que siempre habíamos soñado en visitar y, en torno a estos “must” montábamos el resto del viaje. En el viaje a Perú, por ejemplo, teníamos como imprescindibles la visita al Machu-Picchu, visitar Cuzco en la época del Inti Raymi, sobrevolar las líneas de Nazca y ver el lago Titicaca. La otra parte del viaje salió, en el caso de Perú y en general en casi todos los viajes, del estudio de montones de Blogs, guías turísticas, libro de viaje etc.
Todo ello nos ha llevado a visitar sitios increíbles y a tener la sensación de que hemos visto lo “más importante” o “lo principal” de cada lugar visitado. Pero también nos hemos dado cuenta que a la vuelta a casa, cuando rememoramos nuestras andanzas, junto con la belleza de tal o cual valle, o la majestuosidad de aquél castillo o mezquita, gran parte de nuestros recuerdos están constituidos por sensaciones: conversaciones, sonrisas, tés o cervezas tomados contemplando una puesta de sol con otros viajeros o con gente del lugar,…. Y también nos hemos dado cuenta de las ocasiones y amistades perdidas: invitaciones a visitar la ciudad de nuestros interlocutores o a cenar o a permanecer un día más en determinado lugar para disfrutar de una fiesta o ver una conmemoración religiosa, que no hemos podido atender porque teníamos que seguir nuestro viaje para ver aquello que teníamos pensado visitar o porque teníamos ya sacados los billetes de avión o de tren y no los queríamos perder.
Nos hemos dado cuenta que con el transcurso de los viajes y los años, estas oportunidades perdidas nos duelen más que si nos quedáramos sin visitar tal monumento o cual catedral. También nos damos cuenta que cada vez nos gusta más viajar con tranquilidad, aunque nunca hemos ido muy deprisa.
Así que en los siguientes viajes tenemos la intención de, una vez elegido el punto de partida, que en el siguiente va a ser Sri Lanka y las Islas Maldivas, dejarnos llevar por el viaje. La intención es tener un itinerario teórico, pero a partir de ese punto de partida prescindir del factor tiempo, quedándonos en los lugares cuanto nos apetezca y marchándonos cuando ya no nos interese el lugar, y prescindir, también, del factor itinerario: dejarnos llevar, desviándonos del itinerario teórico cuando así se dé la ocasión. Puede ocurrir que tengamos un mes, por ejemplo, para visitar Malasia, partamos de Kuala Lumpur y acabemos en Camboya porque el viaje nos ha llevado hasta allí.
El problema principal de este tipo de viaje es su duración, porque para poder disfrutar del tiempo hace falta tenerlo. Un viaje de quince días sería corto, según nuestro punto de vista, para este nuevo tipo de viaje, necesitamos más tiempo para ello. Por eso hemos juntado todos los días posibles de vacaciones y …….. poder dejarnos llevar.
De hecho cuando dispongamos de todo el tiempo del mundo, en unos años, y si nos respeta la salud, podemos empezar el viaje sin tiempo y sin rumbo. Aun así, seguro que no será el mejor…. Siempre llegará otro, porque al fin y al cabo lo importante, es viajar.